viernes, 11 de noviembre de 2011

Capítulo 6. Los serenos, los botijeros, los afiladores y otros.


Los niños preinformáticos, esa subespecie humana de la que os vengo hablando convivió con algunos oficios urbanos de los cuales vio su extinción.

Yo, como niño preinformático que fui, os voy a narrar como viví la desaparición de algunos de estos oficios.

El primero, era el sereno, encargado de custodiar las calles por las noches, llevaba un pito, una porra y un manojo de llaves, el pito le servía para comunicarse con otros serenos en caso de necesitar apoyo, y para llamar la atención a los inusuales viandantes nocturnos, la porra era su elemento de defensa contra los escasos malhechores que podían aparecer y el manojo de llaves le servía para abrir y cerrar los portales de su zona. En las madrugadas se podía oír el grito de ¡Serenooooooooo! Para que este acudiese a abrir el portal al despistado vecino que no se había llevado la llave, hay que tener en cuenta que los serenos no convivieron con los porteros automáticos, ellos desaparecieron cuando aparecieron estos últimos, después de estar por las calles de las ciudades españolas desde principios del siglo XVIII.

Cuando los serenos se retiraban a dormir, al amanecer se oía por las calles el sonido de una trompetilla con la que un basurero anunciaba a las mujeres el inminente paso del camión de la basura, al oír ese sonido las mujeres sabían que tenían unos minutos para bajar al portal con su cubo de basura, allí se reunían todas las vecinas, solamente este insignificante acto social hacia que se conociesen todas, y esperando la llegada de los basureros con el camión de la basura intercambiaban sus últimos chismes y cotilleos, que daba personalidad a la comunidad en donde nadie era anónimo.


Las mujeres entregaban de forma ordenada su cubo de basura al eficiente basurero que lo volcaba en las fauces del camión y se lo devolvía vacío a cada ama de casa para que esta al llegar a su casa lo lavase y después de secado lo protegiese forrándole por dentro con unas hojas de papel de periódico, hay que tener en cuenta que no existían las bolsas de basura y cuando aparecieron era un lujo difícil de entender, ¡Comprar bolsas para tirarlas, llenas de basura! Era un concepto difícil de entender en un país en vías de desarrollo.

En esa época quedaban años para que apareciesen en las calles los ahora familiares contenedores de basura y sus complementarios iglus verdes para vidrio, los amarillos para plásticos y los azules para cartones y papel.

Otro sonido que no se producía a diario , pero si con cierta frecuencia eral el silbido armónico del afilador, también era una señal acústica inequívoca para que amas de casa y sobre todo carniceros y pescaderos acudieran con sus mellados cuchillos para que el afilador con su rueda y su piedra les diese de nuevo su capacidad de cortar.

Recuerdo que era un sonido muy agradable el del silbato del afilador, salvo si era sábado y te despertaba con su insistencia de tus últimos sueños de la noche, también recuerdo que a los supersticiosos no les gustaba oírle los viernes porque decían que daba mala suerte para el domingo.

Otro oficio nómada que llegue conocer fue el botijero, acudía a las calles de las ciudades con su burro cargado con una enorme bala de paja dentro de una red, y entre la paja escondidos sus tesoros cerámicos de los cuales el rey era el botijo, el botijo blanco que previa limpieza con agua con anís para quitar el sabor a barro, servía para mantener fresca el agua en alguna sombra de cualquier rincón de la geografía española.

Hay que tener en cuenta que no había maquinas dispensadoras de latas de refrescos o de botellas de agua, porque tampoco existían las latas de refrescos ni las botellas de agua mineral.


Yo la primera botella de agua mineral que vi, fue de Solares, por supuesto de vidrio, y la vendían en las farmacias, también hay que pensar que entonces no existían los supermercados ni mucho menos los grandes centros comerciales con los hipermercados.

Había que tener también “oficio” para beber en botijo y no terminar con el cuello y el pecho mojados, pero una destreza que se adquiría similar a la necesaria para beber en la bota de cuero o en el porrón de vidrio el vino que vendían los bodegueros, tenderos que lo único que tenían en sus tiendas era las tinajas en las que almacenaban el vino que se compraba a granel en aquella época.

Otro oficio que desapareció también era el de los cobradores de autobús, iban montados en la parte trasera de los autobuses, la puerta trasera daba acceso a un vestíbulo inicio de un pasillo cuya entrada era custodiada por el cobrador que además se convertía en juez cuando los padres le preguntaban ¿El niño paga, tiene 5 años? Y el cobrador del autobús emitía su juicio tras mirar al niño y juzgar si tenia un tamaño digno de pagar billete.

La frase típica del cobrador de autobús era "Pasen adelante que hay sitio", con la que regulaba el tráfico interior del autobús mientras su compañero, el conductor estaba pendiente del tráfico exterior.

Cuando empezaron a desaparecer y tuvimos que entrar por la parte delantera de los autobuses y pagar al conductor, los mas mayores decían que así habría muchos accidentes por el conductor se iba a despistar, pero como todo la evolución adapto la nueva situación apareciendo bonobuses y demás artilugios que simplificaron la vida del nuevo conductor cobrador.

También existían cobradores a domicilio, que te visitaban con todo tipo de recibos que ahora tenemos domiciliados en cuentas bancarias, luz, agua teléfono, seguros…..todos éramos preinformáticos y los empleados de banca también, estaban todavía con manguitos y apuntes manuales y los cobradores a domicilio eran imprescindibles hasta que los atracos que empezaron a sufrir y la era informática termino con ellos. Por supuesto en esa época no se podía pagar con tarjeta porque no existían todavía.

En el otro medio de transporte que existía entonces en muy pocas ciudades, el metro, existía otro oficio que también desapareció, el responsable de abrir las puertas cundo llegaba el convoy del metro a cada estación, y después cuando entraban los viajeros miraban que no quedase nadie a medio entrar y después de hacer sonar un silbato cerraban las puertas

Y termino el repaso de estos oficios desaparecidos , con el vendedor de tebeos , pipas , chicles y regaliz, que pocas mas chuches existían entonces y que era también quien nos suministraba a los niños preinformativos los sobres de cromos y los de diminutos soldaditos, normalmente eran mayores y bastante antipáticos estos vendedores o por lo menos los que a mi me tocaron.

Parece increíble pero todo esto ocurrió hace poco más de 40 años.

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